NOVENA A SAN AGUSTÍN Y SANTA MÓNICA

Agustín, el gran santo de Hipona, llegó a agradar a Dios con la ayuda de su Madre Mónica. Los unió primero un vínculo de sangre, después, movidos por la gracia Divina, se identificaron como creyentes de la Iglesia Católica y peregrinos hacia la Casa del Padre, de la cual disfrutan ahora. A ambos nos dirigimos con esta novena e imploramos su intercesión para poder algún día, junto con ellos, descansar en el Señor. Se propone el siguiente orden para hacer esta novena a San Agustín y Santa Mónica; las reflexiones pueden variarse su orden, si parece mejor.

Oración inicial para todos los días.
Reflexión.
Propósito.
Gozos.
Oración final.

Todos los textos citados corresponden a obras de San Agustín y, para su profundización, se indican las citas al final de cada escrito. Puede empezarse la novena el día 19 de agosto para terminar el 27, fiesta de Santa Mónica y vísperas de San Agustín.

NOVENA A SAN AGUSTÍN Y SANTA MÓNICA

REFLEXIÓN: LA FAMILIA

Los santos, antes de llegar a ser gratos a Dios, nacen en medio de una familia terrena; allí es el lugar para adquirir los valores y cualidades que los acompañarán toda la vida; en la familia se aprende a amar, a perdonar, a trabajar unidos y tanto Mónica como Agustín tuvieron la bendición de nacer en hogares donde se aceptaba a Cristo como Salvador.

Mónica fue instruida en el temor a Dios, en una casa creyente, miembro bueno de tu Iglesia (Confesiones 9,8,17).

Agustín, desde muy pequeño y de la mano de su madre, recibió en su hogar el apego a las cosas de Dios.

Porque este nombre, Señor, este nombre de mi Salvador, tu Hijo, lo había yo por tu misericordia bebido piadosamente con la leche de mi Madre y lo conservaba en lo más profundo del corazón (Confesiones 3,4,8).

En las familias lo más importante no deben ser los bienes materiales. Lo que la embellece de verdad son los valores espirituales que los padres, guiados por las enseñanzas de la Iglesia, trasmiten a sus hijos. El amor, la confianza, el apoyo se aprenden en la casa y no puede faltar la parte espiritual, el respeto por lo sagrado, pues quien ama a Dios y sus enseñanzas será, además, un buen ciudadano que cumple sus deberes en casa y fuera de ella.

La familia humana que no vive de la fe busca la paz terrena en los bienes y ventajas de esta vida temporal. En cambio, aquella cuya vida está regulada por la fe está a la espera de los bienes eternos prometidos para el futuro. Utiliza las realidades temporales de esta tierra como quien está en patria ajena. Pone cuidado en no ser atrapada por ellas ni desviada de su punto de mira, Dios, y procura apoyarse en ellas para soportar y nunca agravar el peso de este cuerpo corruptible, que es lastre del alma (Ciudad de Dios 19,17).

PROPÓSITO

Hacer de la casa un lugar donde se viva un ambiente fraterno y espiritual, partiendo del amor a Dios y a su Palabra, leyendo cada día un versículo de la Biblia.

GOZOS

(Texto tomado de las Confesiones, libro noveno)

Respuesta a cada estrofa: No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Tú fuiste quien la creaste,

  la vara de tu Cristo quien la instruyó,

  y, como una casa de la fe,

  miembro bueno de tu Iglesia fué.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Sujeta más por ti a sus padres,

  que por sus padres a ti,

  a un varón en matrimonio se entregó,

  a quien ganar para ti se esforzó.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Le hablaba de ti con sus costumbres,

  siendo amable ante sus ojos.

  Jamás tuvo con él menor altercado,

  y con misericordia fue amado.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Pacífica en las discordias,

  hablaba solo lo bueno;

  en sus entrañas me criaste,

  y con ella me sanaste.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Eminente el día de salir de esta vida,

  en el pueblo de Ostia Tiberina,

  pensando en la vida prometida,

  anheló su pronta partida.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Cualquier deliete terreno,

  o algún esplendor, frente a Dios,

  llegamos a la conclusión,

  no es digno de comparación.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Después de una enfermedad,

  llegó el día de ser liberada,

  del cuerpo aquella alma religiosa y pía,

  y cerrando sus ojos, tristeza en mi afluía.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Y sentí ganas de llorar,

  a ella, que me había llorado tantos años,

  rogando siempre por mí,

  para que yo viviese para ti.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella, ¡oh, mi Dios!

  Hermanos de la Iglesia Católica,

  ciudadanos de la eterna Jerusalén,

  oremos con estas mis Confesiones,

  que no por mis solas oraciones.

Respuesta/ No diré sus dones, sino los tuyos en ella. ¡Oh, mi Dios!

ORACIÓN FINAL

Que por el rezo de esta novena te conozcamos a ti, único Dios verdadero y procuremos hacer constantemente tu santa voluntad.

Que yo te conozca, conocedor mío, que yo te conozca como tú me conoces, Virtud de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para que la tengas y poseas sin mancha ni arruga.

Esta es mi esperanza, por eso hablo; y en esta esperanza me gozo cuando mi alegría es sana. Las demás cosas de esta vida, tanto menos se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se han de llorar cuanto menos se las llora.

He aquí que amaste la verdad, porque el que obra la verdad viene a la luz. Yo la quiero obrar en mi corazón, delante de ti por esta mi confesión y delante de muchos testigos por este mi escrito (Confesiones 10,1,1).

REFLEXIÓN: LLAMADOS A LA SANTIDAD

Mónica sirvió a Dios y a la comunidad en santo matrimonio, como Esposa y Madre; Agustín terminó siendo un ministro del Señor; cada uno según Dios le iba señalando en el camino. Estuvieron siempre atentos para reSponder con fidelidad al llamado que Dios les hacía.

Luego que llegó plenamente a la edad nubil fue dada a un varón, a quien sirvío como a su señor y se esforzó por ganarle para tí, hablándole de ti con sus costumbres, con las que la hacías hermosa y reverentemente amable y admirable ante sus ojos. (Confesiones 9,9,19).

Agustín, al ser llamado al ministerio episcopal por Dios, nombrado aquí como “Nuestro Emperador” , escribía al obispo Valerio:

Pido ante todo que tu religiosa prudencia piense que en esta vida, máxime en estos tiempos, nada hay más fácil, más placentero y de mayor aceptación entre los hombres que el ministerio de obispo, presbítero o diácono, si se desempeña por mero cumplimiento y adulación. Pero, al mismo tiempo, nada hay más torpe, triste y abominable ante Dios que esa conducta. Del mismo modo, nada hay en esta vida, máxime en estos tiempos, más gravoso, pesado y arriesgado que la obligación del obispo, presbítero o diácono; tampoco hay nada más santo ante Dios si se milita en la forma que exige nuestro Emperador (Carta 21,1).

En este mundo colmado de tantos atractivos terrenos, ninguna llamada de Dios es fácil de llevar, si quiere hacerse correctamente ante sus ojos. En todas se requiere entrega, responsabilidad, sacrificio, conociendo que principalmente se trata de responder a Dios y de paso ayudar a quienes nos rodean.

No debe uno, por ejemplo, estar tan libre de ocupaciones que no piense en medio de su mismo ocio en la utilidad del prójimo, ni tan ocupado que ya no busque la contemplación de Dios (Ciudad de Dios 19,19).

La vocación es personal y cada quien ha de responder a Dios. Pero el Señor no deja solo a nadie, pues brinda su ayuda permanente con su “Gracia” para cumplir sus mandamientos, siguiendo la propia vocación.

Para que sepáis, hermanos, que es la gracia quien los cumple, nadie debe presumir de sus propias fuerzas. Cumplirlos equivale a presumir de la gracia de Dios. Dios te llama y te ordena que los cumplas, pero él da las fuerzas para que puedas cumplir lo que te manda (Sermón 32,9).

PROPÓSITO

Mónica en el matrimonio como esposa y madre; Agustín ordenado como ministro de Dios, ambos hacen parte de la Iglesia, las dos vocaciones son santas, ayudémonos para que cada quien, cumpla siempre la voluntad de Dios, siguiendo su propia vocación.

REFLEXIÓN: LA FE

Mónica se esforzó en llevar a sus hijos y a su esposo al encuentro con el Señor; Agustín encontró la verdad de la que le hablaba su madre, solamente en Dios; ambos, por distintos caminos, terminaron agradando al Creador con una fe firme y ambos se movieron a compartirla con quienes estaban a su lado. Nadie da de lo que no tiene y si Mónica trasmitió la fe a sus hijos es porque ella primero fue discípula de Dios.

Escribiendo las obras buenas de Mónica para con los demás, Agustín no duda en creer que le venían por dejar hablar a Dios en su corazón y esto solamente lo logran las personas que creen, siendo oyentes fieles del Señor.

Tal era aquella, adoctrina por ti, maestro interior, en la escu ela de su corazón (Confesiones 9,9,21).

Mónica gustaba de orar, visitar los templos, hablar de Dios, sin duda una mamá que tenía claro que los hijos deben ser encaminados primeramente a los asuntos del cielo.

Siendo todavía niño oí ya hablar de la vida eterna, que nos está prometida por la humildad de nuestro Señor Dios, que descendió hasta nuestra soberbia; y fui signado con el signo de la cruz, y se me dio a gustar su sal desde el mismo vientre de mi madre, que esperó siempre mucho en ti.

Tú viste, Señor, cómo cierto día, siendo aún niño, fui presa repentinamente de un dolor de estómago que me abrasaba y puso en trance de muerte. Tú viste también, Dios mío, pues eras ya mi guarda, con qué fervor de espíritu y con qué fe solicité de la piedad de mi madre y de la madre de todos nosotros, tu Iglesia, el bautismo de tu Cristo, mi Dios y Señor. Se turbó mi madre carnal, porque me paría con más amor en su casto corazón, en tu fe, para la vida eterna; y ya había cuidado, presurosa, de que se me iniciase y purificase con los sacramentos de la salud (Confesiones 1,11,17).

Sólo con leer lo que Agustín escribe, nos damos cuenta de la huella de fe que implimió Dios en él, por medio de su madre Mónica.

PROPÓSITO.

Fomentar momentos de oración en la familia, dando gracias por todo lo que Dios nos regala.

REFLEXIÓN: LA CONVIVENCIA

Una de las cualidades que más destacan en Santa Mónica era la de fomentar las buenas relaciones en su casa y con sus amigas. Le tocó en suerte un esposo de temperamento fuerte y con paciencia logró llevar su matrimonio en armonía, diálogo y un ambiente cristiano.

Era éste, además, si por una parte sumamente cariñoso, por otra extremadamente colérico; pero tenía ésta cuidado de no oponerse a su marido enfadado, no sólo con los hechos, pero ni aun con la menor palabra; y sólo cuando le veía ya tranquilo y sosegado, y lo juzgaba oportuno, le daba razón de lo que había hecho, si por casualidad se había enfadado más de lo justo (Confesiones 9,9,19).

Con esta actitud no solo lograba hablar de los asuntos familiares, sino que fue modelo para otras mujeres con maridos parecidos.

El modo de proceder tan prudente y acertado en la casa, Mónica lo llevaba incluso en la convivencia social como lo escribe San Agustín, recordando que su madre no hablaba nada mal de nadie, sino solamente lo que servía para la reconciliación y la armonía entre las personas.

Le habías otorgado este otro gran don: de mostrarse tan pacífica, siempre que podía, entre almas discordes y disidentes, cualesquiera que ellas fuesen, que con oír muchas cosas durísimas de una y otra parte, ... no delataba nada a la una de la otra, sino aquello que podía servir para reconciliarlas (Confesiones 9,9,21).

San Agustín, en la regla de vida dada a sus hermanos, recomienda la sana convivencia y la pronta reconciliación al presentarse disgustos.

Cuando haya disputas entre vosotros, o, de haberlas, terminadlas cuanto antes para que el enojo no se convierta en odio y de una paja se haga con viga, convirtiéndose el alma en homicida: pues así leéis: "El que odia a su hermano es homicida”.

Cualquiera que ofenda a otro con injuria, con ultraje o echándole en cara alguna falta, procure remediar cuanto antes el mal que ocasionó y el ofendido perdónele sin discusión. Pero si mutuamente se hubieran ofendido, mutuamente deben también perdonarse la deuda, por vuestras oraciones, que cuanto más frecuentes son, con tanta mayor sinceridad debéis hacerlas (Regla a los siervos de Dios, 6,40-41).

PROPÓSITO

Comenzar a hacer ejercicios permanentes de guardar silencio ante los defectos de los demás.

REFLEXIÓN: LA ORACIÓN

La oración acompañó a estos dos Santos. Mónica no dejó de rezar por su hijo durante toda su vida, sin importar su edad o la distancia. En un momento de enfermedad, lejos de su casa, Agustín reconoce la ayuda de su madre mediante la oración, aunque ella desconocía su dolor corporal.

No sabía esto mi madre, pero oraba por mí ausente, escuchándola tú, presente en todas partes allí donde ella estaba, y ejerciendo tu misericordia conmigo donde yo estaba, a fin de que recuperara la salud del cuerpo (Confesiones 5,9,16).

Día y noche rogaba por Agustín, insistiendo a Dios por su conversión. Mostraba con sus lágrimas el dolor interno, pero, así mismo, la confianza en el Salvador.

Entre tanto, mi madre, fiel sierva tuya, llorábame ante ti mucho más que las demás madres suelen llorar la muerte corporal de s us hijos, porque veía ella mi muerte con la fe y espíritu que había recibido de ti (Confesiones 3,11,19).

Agustín y Mónica oraban juntos, como en la experiencia en el puerto de Ostia Tiberina, cuando de Milán pretendían regresar a su pueblo, Tagaste.

Allí solos conversábamos dulcísimamente; y olvidándonos de lo pasado y proyectándonos hacia lo por venir, inquiríamos los dos delante de la verdad presente, que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre concibió. Abríamos anhelosos la boca de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos de tu fuente —de la fuente de vida que está en ti— para que, rociados según nuestra capacidad, nos formásemos de algún modo idea de cosa tan grande (Confesiones 9,10,23).

San Agustín amó los espacios de oración, sin duda por influencia de su madre, Mónica, porque las buenos ejemplos que se dan a los hijos, estós los guardan en el fondo de su alma, para aplicarlos cuando así se requieren. Agustín al escribir la regla de vida para quienes pretendían unirse a su comunidad, señaló la importancia de orar con el corazón.

Cuando oráis a Dios con salmos e himnos, que sienta el corazón lo que profiere la voz (Regla de los siervos de Dios 2,11).

La oración se puede hacer en todo momento, no se reserva para los lugares sagrados y mucho menos el trabajo es excusa para olvidar hacer las plegarias al Señor.

El cantar himnos santos es perfectamente compatible con el trabajo manual; es dulcificar el mismo trabajo con un ritmo de cadencia divina. ¿Acaso no vemos cómo los artesanos cantan con el corazón y la lengua motivos insulsos y hasta licenciosos sacados de las obras teatrales sin quitar la mano de su trabajo? ¿Qué le impide al siervo de Dios, mientras trabaja con sus manos, meditar en la ley del Señor y cantar salmos al nombre del Altísimo Señor? (El trabajo de los monjes 17,20).

Meditar, cantar, alabar a Dios, todas son formas con las que el Cristiano puede santificar el día y sus diversos oficios.

PROPÓSITO

Aprender pequeñas oraciones para repetirlas a lo largo del día.

REFLEXIÓN: EL SERVICIO

Uno de los enemigos del alma es la pereza, pues impide a los hijos de Dios crecer en virtud, ayudar a los demás, mejorar sus errores. Es fácil dejarse tentar por el “mejor lo hago mañana” y no hacer hoy lo que se pueda.

Mónica fue una mujer de permanente actividad, si no estaba en su casa, cumpliendo con los deberes de su hogar, se encontraba en la Iglesia, orando a Dios, hablando cosas santa o sirviendo a los demás.

Era, además, sierva de tus siervos, y cualesquiera de ellos que la conocía te alababa, honraba y amaba mucho en ella, porque advertía tu presencia en su corazón por los frutos de su santa conversación (Confesiones 9,10,22).

Al momento de la conversión de su hijo se dedicó a ayudar a quienes hacían parte de la primera comunidad que Agustín fundó en Casiciaco, cerca de Milán.

De tal manera cuidó de todos nosotros los que antes de morir ella vivíamos juntos, recibida ya la gracia del bautimo, como si fuera la madre de todos; y de tal modo nos sirvió, como si fuera hija de cada uno de nosotros (Confesiones 9,10,22).

San Agustín sirvió a la Iglesia en lo que le pedía: cuando fue llamado al ministerio sacerdotal, ordenado obispo, respondiendo cartas, preparando sermones, escribiendo libros. Todas sus obras muestran el cariño para con el rebaño que Dios le había encomendado. A propósito, hablando del ministerio de los obispos, señala lo siguiente

Para decirlo en breves palabras, somos vuestros siervos; siervos vuestros, pero, a la vez, siervos como vosotros; somos siervos vuestros, pero todos tenemos un único Señor; somos siervos vuestros, pero en Jesús, como dice el Apóstol: Nosotros, en cambio, somos siervos vuestros por Jesús (Sermón 340ª, 3).

No lo hubiese escrito Agustín, si él no estuviese dispuesto a cumplirlo.

PROPÓSITO

Dar gracias siempre a quienes nos prestan algún servicio, por sencillo que sea.

REFLEXIÓN: EL CONSEJO

Una de las obras de misericordia espirituales consiste en dar consejo a quien lo necesite y para Mónica llegó a ser un deber para con sus hijos y con quienes se lo solicitaban, pensando siempre en el bien espiritual de los demás.

Al despertar de la adolescencia de Agustín, como buena madre, le dio sus recomendaciones.

Quería ella —y recuerdo que me lo amonestó en secreto con grandísima solicitud— que no fornicase y, sobre todo, que no adulterase con la mujer de nadie. Mas estas reconvenciones me parecían mujeriles, a las que me hubiera avergonzado obedecer. Pero, en realidad, tuyas eran, aunque yo no lo sabía, y por eso creía que tú callabas y que era ella la que me hablaba, siendo tú despreciado por mí en ella, por mí, su hijo, hijo de tu sierva y siervo tuyo, que no cesabas de hablarme por su medio (Confesiones 2,3,7).

A sus amigas les deba consejos sobre cómo portarse ante sus maridos, pues acudían a ella pues veían que no sufría ultrajes, teniendo un marido de mal genio, como ellas sí los padecían.

Como se admirasen ellas, conociendo el fuerte temperamento del marido que tenía, de que jamás se hubiese oído ni traslucido por ningún indicio que Patricio maltratase a su mujer, ni siquiera que un día hubiesen estado desavenidos con alguna discusión, y le pidiesen la razón de ello en conversaciones amistosas, ella les enseñaba su modo de proceder... Las que la imitaban experimentaban dichos efectos y le daban las gracias; las que no la seguían, esclavizadas, eran maltratadas (Confesiones 9,9,19).

San Agustín lo buscaban, permanentemente para pedirle sus sabios consejos. En sus obras se encuentran testimonios de la orientación que no se negaba a dar a quienes a él acudían. Alguna vez aconsejó a los recién bautizados de esta manera.

Hoy temo por vosotros, no tanto por causa de los paganos, o de los judíos, o de los herejes, sino por causa de los malos católicos. Elegid vosotros a quiénes imitar en el pueblo de Dios; pues, si queréis imitar a la turba, no estaréis entre los pocos que caminan por la senda estrecha. Alejaos del robo, del fraude y del perjurio. ¡Lejos de vosotros el abismo de la borrachera! Temed a la fornicación como a la muerte; no la muerte que separa al alma del cuerpo, sino aquella en que el alma arderá por siempre con el cuerpo...Sé que el diablo desempeña su papel y no deja de hablar a los corazones de aquellos que arrastra a su bando mediante la seducción (Sermón 224).

PROPÓSITO

Meditar en los mandamientos, no como yugo pesado sino como consejos del cielo.

REFLEXIÓN: EL AMOR A LA IGLESIA

Mónica amó a la Iglesia, acudía al templo a rezar, a las ceremonias liturgicas, consultaba con los ministros. Todo esto lo trasmitió a su hijo Agustín, quien, luego de divagar por varias sectas, recordó lo que le habían enseñado en casa y comenzó el camino del catecumenado para recibir el bautismo católico. Lo que con amor escuchó Agustin, por labios de su madre, dio fruto a su tiempo.

Me había decidido ya a continuar como catecúmeno en la Iglesia en que fui inscrito por mis padres hasta tanto que diera con lo que andaba buscando. De haber habido alguien que me hubiera adoctrinado, en mí hubiera encontrado un discípulo muy a propósito y muy dócil entonces. Si, pues, tú te encuentras en este estado desde hace tiempo y sientes las mismas inquietudes en tu alma, si te parece que ya has sido traído y llevado bastante, si deseas que se acaben tantas fatigas, intérnate en la disciplina católica que brota en Cristo y que llega hasta nosotros pasando por los apóstoles, y desde nosotros pasará a la posteridad (La utilidad de creer 8,20).

En la Iglesia se vive el amor, incluso a quienes no están en ella, como lo hacía Mónica cuando, viendo a su hijo extraviado en doctrinas, oraba por él con insistencia. Orar por los demás es un acto de amor.

Los que estáis dentro de la Iglesia, no despreciéis a los que no lo están. Mejor debéis orar para que ellos también lo estén. Poderoso es Dios para volverlos a injertar a ellos (Comentario a los Salmos 65,5).

La caridad, que consiste en el amor a Dios y en el amor a los demás, es el vínculo que une los corazones de los diversos miembros que están dispersos por el mundo, de cualquier raza y condición y todo esto lo sabemos por la fe que hemos recibido.

Vuestra fe no ignora, amadísimos, y sé que lo habéis aprendido enseñándooslo desde el cielo el Maestro en quien habéis depositado vuestra esperanza, que nuestro Señor Jesucristo, que ya padeció por nosotros y resucitó, es cabeza de la Iglesia; que la Iglesia es cuerpo suyo y que, en este cuerpo, la unión de sus miembros y la trabazón de la caridad es el equivalente a la salud. A su vez, aquel en quien se enfríe la caridad está enfermo en el cuerpo de Cristo (Sermón 137,1).

PROPÓSITO

Oras por los ministros de la Iglesia, para que Dios los llene de bondad.

REFLEXIÓN: LA VIDA ETERNA

Tanto Mónica como Agustín tuvieron claro que su meta era agradar a Dios aquí en la tierra, para luego disfrutar de Él en el cielo; Mónica se esforzó en ser una madre cristiana que lleva a sus hijos por el camino del bien. Ese fue su principal objetivo y con alegría reconoce al final de sus días, que lo logró.

Hijo, por lo que a mí toca, nada me deleita ya en esta vida. No sé ya qué hago en ella ni por qué estoy aquí, muerta a toda esperanza del siglo. Una sola cosa había por la que deseaba detenerme un poco en esta vida, y era verte cristiano católico antes de morir. Superabundantemente me ha concedido esto mi Dios, puesto que, despreciada la felicidad terrena, te veo siervo suyo. ¿Qué hago, pues, aquí? (Confesiones 9,11,26).

A los pocos días enferma de gravedad y una sola cosa le pidió a quienes le acompañaban, acordarse de ella delante del Señor.

Enterrad este cuerpo en cualquier parte, ni os preocupe más su cuidado; solamente os ruego que os acordéis de mí ante el altar del Señor doquiera que os hallareis (Confesiones 9,11,27).

Con satisfacción Agustín menciona las palabras tiernas que su madre le dijo poco antes de morir y que muestra la santa y respetuosa relación que hubo entre los dos, además de la unión espiritual del hijo con su madre.

En esta su última enfermedad, como acariciándome por mis atenciones con ella, me llamaba piadoso y recordaba con gran afecto de cariño no haber oído jamás salir de mi boca la menor palabra dura o contumeliosa contra ella. Pero ¿qué era, Dios mío, Hacedor nuestro, este honor que yo le había dado en comparación de lo que ella me había servido? Por eso, porque me veía abandonado de aquel tan gran consuelo suyo, sentía el alma herida y despedazada mi vida, que había llegado a formar una sola con la suya (Confesiones 9,12,30).

Agustín habla de la muerte muchas veces: es una realidad inevitable, no se sabe el momento, se busca la manera para postergarla, todos le temen.

Siendo algo inevitable hay que estar preparados para ese momento, llevando una vida ordenada y santa.

Dios sabe lo que hace. Tú teme y sé bueno. De donde Él quiera sacarte del mundo, te encuentre preparado. Eres inquilino, no dueño de la casa. Se te arrendó la casa. Esta casa se te alquiló, no se te donó. Aunque no quieras, saldrás de ella, pues no la recibiste en arriendo con tal condición que fijases tú el tiempo. ¿Qué dijo tu Señor? Cuando quisiere El decir: "Emigra, estate preparado. Te echo de la hospedería, pero te doy la casa; en la tierra eres inquilino, en el cielo dueño” (Comentarios a los Salmos 148,11).

PROPÓSITO

Recordar a a quienes ya se han ido y orar por ellos, de manera especial por los más olvidados.

EPÍLOGO

Dos almas se encontraron en esta vida terrena, Madre e hijo; dos almas buscarón a Dios por distintos camino; dos almas encontraron la Verdad y la compartieron con los demás; dos alma descansan en Dios y recordándo hoy su memoria, no podemos menos que pedirles intercedan por nosotros, para que juntos podamos alabar a Dios en la Jerusalen celeste.

¡Qué intensa será aquella felicidad, donde no habrá mal alguno, donde no faltará ningún bien, donde toda ocupación será alabar a Dios, que será el todo para todos! No sé qué otra cosa se puede hacer allí, donde ni por pereza cesará la actividad ni se trabajará por necesidad. Esto nos recuerda también el salmo donde se lee o se oye: Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. (Ciudad de Dios 22,30,1).

🙏 Novena